El mes de diciembre nos invita a detenernos ante una figura luminosa del Evangelio: San Juan Evangelista, el discípulo amado, aquel que supo ver en el rostro de Cristo el reflejo eterno del Amor y en su cruz la promesa de la Esperanza. La Iglesia lo celebra cada 27 de diciembre, y nuestra Hermandad de la Esperanza lo venera como uno de sus titulares, reconociendo en él el espíritu que sostiene a los hermanos junto al Calvario: la fidelidad silenciosa, la ternura que consuela y la fe que persevera.

Hijo de Zebedeo y de Salomé, nacido en Betsaida, San Juan trabajaba como pescador junto a su hermano Santiago cuando Jesús los llamó a seguirle: Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».  (Mt 4, 19). Ambos lo dejaron todo para seguir al Maestro. Era el más joven de los apóstoles. En esa juventud ardiente se revela el entusiasmo del corazón limpio que confía sin reservas. Por ello, la tradición lo reconoce como patrón de la juventud cofrade, modelo de entrega y pureza para quienes buscan vivir la fe con alegría y servicio (Ayllón, 2023).

Como recuerda Martín Sánchez (1990), San Juan fue el discípulo más joven del Señor, de carácter apasionado pero fiel, llamado desde su trabajo de pescador en el lago de Galilea, y el único apóstol que no sufrió martirio, signo de la paz que brota del amor divino. Tras la muerte de Jesús, predicó el Evangelio en Asia Menor, escribió sus cartas y el Apocalipsis en su destierro en la isla de Patmos, antes de morir en Éfeso, donde la tradición afirma que fue enterrado.

Desde el principio, Juan fue el amigo más cercano al Señor. Participó de los momentos más íntimos de su vida: estuvo en la transfiguración, presenció los milagros y acompañó a Cristo en el huerto de los Olivos. Pero, sobre todo, fue el único que permaneció fiel hasta el final. En el momento más oscuro, al pie de la Cruz, cuando todo parecía perdido, Juan no huyó. Permaneció junto a María, compartiendo su dolor y recibiendo de labios del Crucificado las palabras más dulces y hondas de toda la Escritura: Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». (Jn 19, 26-27). En ese instante, el Señor le confió a su Madre, y con ello confió también a Juan la custodia del amor y de la esperanza del mundo.

A partir de ese momento, San Juan ha sido para la Iglesia el símbolo del discípulo fiel, el que ama hasta el extremo y cree incluso sin ver. Durante la Última Cena, reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús (Jn 13, 23), gesto que representa la intimidad del creyente que escucha el latido del corazón de Dios. Como explica Castaño Moraga (2012), Juan es el evangelista del costado abierto, el que vio brotar del cuerpo del Señor sangre y agua, signos del Espíritu y de la vida nueva (Jn 19, 34-35). En ese gesto, su fe nace de la contemplación del amor y de la certeza de que la herida del Crucificado es la fuente de la salvación.

El autor del cuarto Evangelio fue también el mensajero de la luz y de la esperanza. Sus cartas resumen la esencia de la vida cristiana: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.” (1Jn 4, 16). Y en el Apocalipsis, escrito ya en su ancianidad, anuncia la victoria definitiva de la vida sobre la muerte. Por eso su fiesta se celebra en tiempo de Navidad: mientras el mundo celebra la luz que nace, la Iglesia recuerda al apóstol que supo reconocer esa luz y anunciarla con palabras eternas.

Como recuerda Menéndez Peláez (2003), la tradición espiritual ha visto en San Juan la armonía perfecta entre inteligencia y corazón, entre la contemplación serena y la acción movida por el amor. Por eso su figura continúa inspirando a quienes buscan servir a Dios desde la belleza, la ternura y la verdad.

En nuestra Hermandad de la Esperanza, la figura de San Juan ocupa un lugar privilegiado en el corazón de los hermanos. Su imagen, obra del taller de Joaquín Gómez del Castillo en 1938, acompaña al Señor, ya expirando en la Cruz, y a su Madre, la Virgen del Mayor Dolor, en el Calvario del Miércoles Santo. Joven, imberbe, de rostro sereno y mirada elevada al Cristo de la Expiración, representa el amor que consuela y la fe que sostiene. Su túnica roja, signo de la caridad, y su manto verde, símbolo de la esperanza, se funden en una catequesis silenciosa que enseña que el amor nunca se apaga y que la esperanza florece incluso en el dolor (Ayllón, 2023).

Como destaca Peinado Guzmán (2020), la iconografía tradicional de San Juan en la escultura andaluza no pretende solo reproducir un personaje, sino expresar en su juventud y serenidad la imagen del creyente fiel que acompaña. Así sucede también en nuestra Hermandad, donde su presencia junto a la Virgen y al Cristo forma una catequesis viva: el discípulo amado sostiene a la Madre como signo de la fe que permanece y de la esperanza que no muere.

Cada vez que su paso recorre las calles de Huelva, el pueblo contempla algo más que una imagen: contempla el testimonio de quien no se rindió. Juan sostiene a la Virgen en su pena, pero también sostiene al creyente en su camino. Es el reflejo de la Esperanza que se mantiene en pie junto a la Cruz, la misma que da nombre y sentido a nuestra Hermandad.

San Juan Evangelista, joven de alma limpia, apóstol de la ternura y de la luz, sigue siendo hoy un modelo para quienes desean vivir su fe con autenticidad. Su vida nos enseña, a quienes seguimos sus pasos en nuestra Hermandad, que la verdadera grandeza está en permanecer, que el amor no se demuestra con palabras sino con presencia, y que la Esperanza no es una ilusión, sino una certeza que nace del corazón de Dios.

“Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.” (Jn 20, 8).Que también nosotros, al mirarlo junto a María, aprendamos a creer con la misma fe, a amar con la misma entrega y a vivir con la misma Esperanza.

Noelia Fraga Hernández.

Vocal de Caridad.

Bibliografía

Ayllón, M. (2023, 26 de diciembre). Historia de San Juan Evangelista, Patrón de la Juventud Cofrade. Cuaresma Egabrense. Recuperado de https://cuaresmaegabrense.com/blog/historia-de-san-juan-evangelista-patron-de-la-juventud-cofrade

Castaño Moraga, V. J. (2012). San Juan, evangelista del “costado abierto”. En Sus heridas nos han curado: Congreso de Espiritualidad sobre la Pasión de Cristo (pp. 508–518). Getafe: Instituto Internacional del Corazón de Cristo.

Conferencia Epis­copal Española. (s. f.). Sagrada Biblia: Evangelio según San Juan. https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/juan

Hermandad de la Esperanza de Huelva. (2024, 27 de diciembre). San Juan Evangelista, el joven discípulo del Señor Recuperado de https://www.esperanzadehuelva.com/san-juan-evangelista-el-joven-discipulo-del-senor

Martín Sánchez, B. (1990). Vida de San Juan Evangelista. Granada: Imprenta Azahara S.L.

Menéndez Peláez, J. (2003). La hagiografía en el teatro jesuítico: los dos santos Juanes. Revista de Literatura, 65(129), 53–70. https://doi.org/10.3989/revliteratura.2003.v65.i129.143

Peinado Guzmán, J. A. (2020). La iconografía de San Juan Evangelista en la escultura granadina del naturalismo. Ucoarte. Revista de Teoría e Historia del Arte, 9, 51–63. https://doi.org/10.21071/ucoarte.v0i9.11696

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